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Y cómo acojona cuando te llaman... Noviembre del año pasado, aeropuerto de Quito, oigo mi nombre y acudo al mostrador. Allá también un señor viejito y una mujer... Nos dicen que hemos de bajar porque los del control de drogas tienen que abrir nuestros equipajes... El señor viejito empieza a decir que quizá los perros han olido el cuy que lleva en su maleta, que lo mataron ayer porque hace dos años que no ve a su hijo y va a España a verlo y lleva la maleta llena de comida, entre ello el citado conejito abierto en canal... Bajamos allí, las jaulas de los perros, los perros, delante el avión y operarios cargando las maletas, nuestras tres maletas preparadas para ser abiertas... Me revisaron todo todo todo, todo lo tocaron, puedo entenderlo, lo mismo con la mujer... Ahora, cuando llegó el turno del pobre hombre... sólo llevaba comida, toda la comida que su hijo echaba de menos en España, el conejo, tomates de árbol, camarones, pescados... el policía pinchaba cada paquete con una navaja, olía, la limpiaba y miraba al hombre que no hacía más que repetir que sólo llevaba comida para su hijo. Pobre, no sé cómo llegaría todo, echo un desastre, cuando 24 horas después recogía su maleta en Barajas estaba todo húmedo y olía, se cagaba en el del aeropuerto de Quito, que por haber agujereado el paquete donde llevaba los camarones ahora le olía toda la ropa a camarón...
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