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A mí el 11 de marzo de 2004 me pilló en la Universidad, cursando 3º de Periodismo. Aquel día las clases quedaron suspendidas y en una facultad de Periodismo os podéis imaginar con qué intensidad se siguieron los acontecimientos: idas y venidas, barullo, radios encendidas por todas partes, móviles sonando, las televisiones de los platós de prácticas encendidas, periódicos, nerviosismo, incertidumbre,....... Fue una jornada emotiva y emocionante. Aún me dan escalofríos al recordar cómo guardamos, a las puertas de la Universidad, tres minutos de silencio por las víctimas. El silencio era sepulcral y la tristeza, la indignación y la impotencia invadió nuestros corazones. Fue un día vibrante. Eran muchas las emociones y sentimientos encontrados, pero fue hermoso comprobar cómo todos los de la Universidad nos dirigimos raudos a Plaza de Castilla, lo más cercano que teníamos, para donar sangre, en un Madrid sumido en el caos, con atascos, pitidos y un frío que helaba los huesos. Madrid se volcó aquella mañana y dió una lección de solidaridad sin parangón. Ver cómo los ciudadanos nos volcamos aquella nefasta y fatídica mañana fue un hermoso milagro entre tanto abismo de dolor y desesperación.
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