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La sentencia dictaminada hoy, que no arroja luz sobre los inductores intelectuales del 11-M, ha establecido la verdad, la verdad judicial al menos y con esa hemos de quedarnos, ya que no otra podemos conocer. Espero que la clase política tenga un poco de categoría y generosidad -ingenuo de mí- y no emplee esta sentencia como arma arrojadiza para obtener rédito electoral. Creo que los 192 inocentes merecen descansar en paz de una vez por todas. Basta ya de hace sangre sobre su dolor y su memoria. No es de recibo. La sentencia debe ser acatada y no seguir azuzando fantasmas donde no los hay.
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