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  • BUDAPEST, NO VOLVERÉ JAMÁS.\nResulta dificultoso comprar billetes, aunque lo puedes hacer el metro (para el autobús –sirven para todo transporte público-), oficinas de correos (si están abiertas) y en máquinas expendedoras de algunas paradas (si tienes monedas y además funciona la máquina). Una vez subido al tranvía, nadie te explica, ni creo que lo ponga en lugar alguno dentro del vagón, cómo o qué hay que hacer para cancelar (the cancellation) el billete. Se ve algo que puede parecerse a una canceladora de las que estamos acostumbrados en los autobuses o tranvías europeos occidentales (cuyas máquinas son automáticas). Pero como no sabes cómo va introduces el billete y no funciona el aparato (el aspecto es de un trasto que no funciona), pero buscas otras máquinas que piquen el billete en el vagón y sucede lo mismo, hasta que te cansas. Al mismo tiempo observas que nadie nativo las usa y en cambio miran y sonríen, pero nadie te dice qué pasa o qué pasará. Hasta que aparece alguien –sin uniforme- que da a entender que es un revisor (todos viajeros le enseña carnets y tarjetas) y entonces estos “revisores”, sí que se esfuerzan en pronunciar una palabra (la única) entendible y dicen “multa” pidiendo 6.000 florines por persona, ya, en aquel momento, de inmediato (entonces se esfuerzan mucho para que los entendamos). Protestamos, nos explicamos, pero no quieren entender y tienen una actitud como si trataran delincuentes. Piden que bajemos con ellos y que nos callemos (ahora ya hay dos con un brazalete que se ponen en aquel momento). Bajamos, hacen la simulación de que están llamando por teléfono a la policía (se cuidan muy bien de que nos lo creamos) y se esfuerzan en darnos a entender escribiendo sobre un papel que si no pagamos lo que nos piden (6.000 florines por persona), cuando llegue la policía serán 12.000 florines por persona (nos lo plantean como una ganga). En vista del panorama, les decimos ¡Adiós! y los dejamos plantados, así de sencillo. (Parece incompatible hacernos bajar del tranvía y ponernos una multa), nos insultan en español (a mi esposa la llaman pu….) cuando nos marchamos (todo un detalle). No estoy seguro de que nos hubieran entregado un recibo si llegamos a pagar la multa. Se quedaron los billetes no cancelados y pretendían quedarse con los restantes que les enseñamos para que vieran que no queríamos ahorrarnos nada. Ah!, las canceladoras son manuales, pero nunca te imaginas como funcionan si no te lo explican. Parece que a ellos esta situación ya les va bien, porque no fuimos los únicos. Con ello, los turistas ingenuos hacen aportaciones importantes a la compañía de transportes o a los “revisores”. Subimos los días siguientes a los tranvías y las canceladoras no funcionaban tampoco. Tenemos experiencia viajera, tenemos más de 60 años y nos dedicamos a la educación. Para los que se dedican a contrarrestar esos desagradables sucesos en los foros porque comercialmente no les interesa que se divulguen, pueden ahorrarse el trabajo. Al final de esta nota, acompaño otro caso que no es mío, pero que fue publicado en “Los Viajeros.com”, por lo que no se trata de un caso excepcional, sino de algo común y me pareció innecesario continuar buscando ejemplos.
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  • 2010-06-23 16:30:27
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