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La realidad convencional es un delirio poco convincente. Para sentirse cómodamente integrado en este mundo de asesinos y banqueros, hay que ser imbécil o ser uno de ellos. A veces nuestra mente percibe esa verdad mediante símbolos, como el rostro tan falso de un payaso, la alegría obligatoria, la sumisión forzosa al gran circo. Hay que buscar alternativas a través de pensamientos nuevos, de sentimientos hermosos, de arte...A veces esa transición mental hacia lo que uno desearía se convierte en enfermedad, por la angustia que provoca el entorno. Pero creo que la angustia pasa cuando uno comprende que no es culpable el que se da cuenta de las atrocidades de este mundo, sino el que las hace, o el que se da cuenta y queda impasible.
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