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  • Según la lista de participantes, debe ser de Barcelona. El autor que le ha tocado para su sesión de biblioterapia es “San Juan de la Cruz”, pero presenta su ponencia en un francés impecable. Se sonroja un poco cuando nos cuenta que la traducción al francés es de ella y que ha partido de la traducción de Gaultier de 1620. Traducidos al francés, los versos de San Juan tienen una musicalidad similar a la de los parlamentos de Racine: la misma pasión, la misma voluptuosidad contenida, los mismos intentos de insanas fugas. Ella nos habla de los mágicos 999 versos que componen la obra total del poeta carmelita. Nos habla de sus encarcelamientos y sus fugas en medio de la noche. De cómo su obra fue censurada por su propia congregación y sólo se publicó treinta años después de su muerte. Nos cuenta también de las polémicas sobre ciertos versos de la última estrofa, que aún ahora son objeto de violentas disputas, entre los carmelitas españoles y franceses.\n\nSe llama Andrea L. y debe tener menos de treinta años, sus grandes ojos son de un color verde oscuro e intenso, como las hojas del pino navideño, que de forma completamente extemporánea decora la sala que ocupamos. Cuando habla, sus manos finas parecen dirigir una orquesta invisible: a la derecha los arcos, más allá los vientos, al fondo las percusiones. Y así, poco a poco, Andrea L. nos va deshilvanando su historia personal, mechada con citas de la poesía de San Juan y otras de Sor Juana y de Santa Teresa, también nos habla de Thomas Kempis y Bossuet. Acababa de recibir su doctorado, por la Blanquerna, en Filosofía Clásica, con una tesis de título imponente, Preguntas nuevas sobre Aristoteles y su influencia en La Maquina de Ramón Llull. Fue por ese entonces cuando le sobrevino el cataclismo interno y no pudo dejar de llorar por varios días. Encerrada en su piso del Monistrol de Montserrat, jamás había llorado tanto, no podía comer, sufrió una conjuntivitis, hubo riesgo de deshidratación. —No a causa del llanto o las lagrimas. Sonríe, otra vez con el rostro arrebolado. Sino porque la melancolía me impedía comer o beber. Algo dentro de mí había dejado de funcionar. Sabía que algo se había roto, pero no sabía qué\n\nSu voz es pausada, sus afirmaciones terminan en una ligera forma interrogativa, que mantiene a los que la escuchamos absortos en sus palabras: abandonar la enfermedad mental, la noche —ella la llama así—, significa salir de sí mismos, abandonarse, para a partir de lo más profundo de esa noche y buscar el encuentro con Dios: cauterio para su herida. —Yo también he sufrido, dice. Yo también me he sentido sola y perdida en la mitad de la noche, entre bosques y espesuras, he tratado de buscar esa almunia florida de la que San Juan habla. Sé que tengo mucho camino por recorrer, hasta sentir nuevamente “el aire de la almena”. Le brillan los ojos, cuando habla de ello: mantener ese blog dedicado a la defensa de las mujeres víctimas de la violencia domestica, también le ha ayudado. Sonríe con autoironia cuando nos habla del origen de sus problemas: —Es inverosímil, dice. Se van a reír, nos advierte. Cuando finalmente nos lo dice, nadie entiende de qué se trata.\n\n\n\n—Sufro de Coulrofobia.\n—No se preocupen, sonríe. Yo también busqué en el Diccionario y la palabra no existe. En Google sin embargo hay unas cien mil entradas entre inglés y castellano. El artículo, en español, de la Wikipedia lo estamos redactando conjuntamente con la doctora Pí de Barcelona, mi analista. No ha podido asistir, porque perdió la coincidencia en París. La coulrofobia es la fobia o miedo irracional a los payasos. Las causas de la coulrofóbia no son claras aunque la mayoría de los pacientes coinciden en que lo que más les aterroriza de los payasos es el maquillaje excesivo, a menudo acompañado de la nariz roja y del color extraño del cabello, y el hecho que ocultan su verdadera identidad.\n\nDurante la pausa de café, evito hablar con Andrea L, aún si quisiera preguntarle sobre la Máquina de pensar de Llull. No creo que salir de la locura, sea como encontrar a Dios, creo que si yo encontrará a Dios o cualquiera de vosotros lo hiciera se volvería realmente loco. Hace unos días aprendí —me lo explicó el Dr. Bleuler— que el Delirium Tremens no es causado por exceso de alcohol, como yo creía, sino por falta de él. Algo así es la locura, cuando nos falta, deliramos.\n\nfree web stats\n\n
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  • 2008-11-27 19:54:28
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  • Creer en Dios y temerle a los payasos
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