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La anécdota del tiramisú.\nHace unos diez o doce años, fui a comer con unas amiga y la tía de una de ellas a un restaurante de mucho postín en el puerto de Gijón. \nLa comida transcurrió como era de esperar: cordial, charlatana, demorada y feliz. La tía de mi amiga, una anciana de 85 años, comió y bebió como si tuviera 20, y sólo se la veía un poco molesta por tener permanentemente a un camarero detrás de nosotras, atento en todo momento a ir rellenando las copas de vino según nos las íbamos bebiendo.\nLlegó el momento de pedir los postres y la señora pidió tiramisú. \nLlegan los postres y nuestra buena señora se queda mirando el trozo de tiramisú como si en su vida hubiera visto algo semejante. Su sobrina le dice: tía, no vas a comértelo, y la tía le responde: yo no he pedido eso. ¿Cómo que no?, ya lo creo que lo has pedido; te digo que yo no he pedido eso.\n\n\nLa buena señora ni corta ni perezosa llama al camarero diciéndole: joven, si usted en lugar de estar ahí pegado toda la comida, cotilleando lo que no le importa, atendiera debidamente a su oficio, me habría traído lo que le pedí, que no fue otra cosa que un tirabuzón relleno de crema.\n\nNi que decir tiene, que las que no pudimos terminar el postre fuimos nosotras porque la risa no nos dejó, pero es que no nos dejó durante toda la tarde.
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