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Los que me conocen personalmente saben que un gracioso hoyuelo adorna mi mejilla izquierda. Los usuarios de este medio que, afortunadamente (para ellos), no distinguen mis facciones en mi "avatar" (no sé por qué demonios lo llaman así) no pueden ver esa señal que es el resultado de un mordisco que un pastor alemán (me refiero a un animal, no a un paseador de ovejas) me dió en la cara. Atravesó la mejilla, de ahí la señal. Aprovecho este medio para contar esta pequeña historia de perros. Los pocos amigos que tenía los he ido perdiendo poco a poco ya que cuando me ven huyen despavoridos gritando “¡otra vez, no! ¡otra vez, no!”. Quizás sí abusé de ellos repitiéndoles una y otra vez la narración de este hecho que truncó mi carrera cinematográfica.\n\nSucedió un día que fui a hacer footing con mi perro (Balú, un cachorro de 6 meses de pastor alemán, también animal) y, al pasar junto a una casa con perro encadenado, éste rompió la cadena y se abalanzó sobre el mío, a matar. A mí no me hacía ningún caso pero a mi pobre cachorro, aunque se puso en posición de sumisión total, lo cogió por el cuello y lo hubiera matado si yo no lo hubiera defendido como pude. Se giró y me lanzó un mordisco que el médico que me recosió me dijo que se quedó a un centímetro de la yugular (esto es un reportaje, no son fantasías). \n\nComo en el fragor de la batalla yo no sentí demasiado dolor (lo único que me obsesionaba era que no matara a Balú) seguí dando patadas a la fiera desatada (ahora pienso que hice una temeridad porque podía haber acabado peor) y conseguí que se apartara. Salvé a mi perro que, desde entonces, creo me miró como a su salvador (siempre me ha gustado interpretar cualquier señal a mi conveniencia). \n\nMi única cicatriz es ese hoyuelo y la historia es absolutamente cierta. … Y no me dejó ninguna secuela de temor a los perros (que me siguen mirando como a uno de los suyos).\n\n
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