“…Lo que más lamento a esta hora en Jaipur es no poder disfrutar en su intensidad el ambiente de sus bazares.\n\n
El calor asfixiante que sobrepasa los cuarenta grados a esta primera hora de la tarde hace que el paseo programado se convierta en una suerte de sauna.\n\n
Nos cuesta respirar, nos asfixiamos y, sin embargo, no puedo dejar de sentirme maravillada ante el bullicioso colorido que se agolpa en sus calles.\n\n
Las hojalatas, las especias, las babuchas, las sastrerías donde grupos de mujeres eligen entre el arcoíris de saris, pasamanerías, abalorios de mil colores y texturas. Filigranas en oro y plata.\n\n
Qué sería de India sin sus mujeres. Sin la plástica, la elegancia natural de sus mujeres. Su tesón, alegría, su delicadeza, su dulzura.\n\n
El cántaro sobre la cabeza en el horizonte desierto, la mirada abierta entre la fruta fresca, la sonrisa colegial en el jardín de piedra. \n\n
Y la tristeza de la madre hambrienta. Y la niña descalza que persigue al turista. Y la tullida implorante de la mísera limosna. … “\n\n
“… Al día siguiente nos ponemos el traje de guiri para montarnos en el elefante que nos subirá hasta el Fuerte de Amber.\n\n
Las cestas son para cuatro personas y nos sentamos espalda con espalda, con las piernas colgando hacia los costados del animal.\n\n
El avispado cornaca (así se les llama a los hombres que cuidan y guían a estos majestuosos seres) nos coloca dos a dos, en parejas, mejor dicho, en matrimonios, pero quedamos desequilibrados de manera que en el lado derecho se cargan ciento treinta kilos frente a los casi ciento sesenta del izquierdo.\n\n
Es un listillo.\n\n
Pretende hacer el recorrido más rápido que nadie para, así, poder volver al inicio y cargar de nuevo.\n\n
En su frenesí, emite un titiriríiiii a modo de claxon para pedir paso al resto que, más lentos, le obstaculizan el ascenso, al tiempo que mira y mira hacia atrás observando desesperado cómo la carga (nosotros) va totalmente escorada hacia la izquierda.\n\n
Frenético, indica a mi cuñado que, con sus cien kilos, se tumbe sobre mí.\n\n
Es un espectáculo dantesco: Moncho con su completa humanidad recostado sobre mi persona y yo a punto de caerme por el lateral derecho de la cesta. Rezo para que la “barra de seguridad” no ceda. Me veo los piños estampados contra el suelo.\n\n
El "piloto" acciona los dedos de los pies sobre las orejas del paquidermo y nuestro bólido vuela, derrapa, circula sobre dos ruedas logrando que el trayecto que nos separa del Fuerte lo realicemos en la mitad de tiempo que le lleva al resto del personal.\n\n
Descendemos muertos de risa (y vértigo) y a mi hermana aún le quedan ganas de inmortalizar el momento sentándose en la cabeza del animal.\n\n
Los renegridos dedos del hombre indio quedan en sus brazos como tatuaje. … “\n\n\n \n\n\n\n\n\n\n
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Recupero dos apuntes de mi cuaderno de bitácora de aquel dichoso (porque nos llenó de dicha) viaje de 2005.\n\n
India es un país de contrastes. Claros y oscuros, pero siempre fascinantes.\n\n
Contrastes de un país al que hay que aprender a amar.\n\n
Y para no perderse nada o perderse en ella, lo mejor es hacerlo con los ojos bien abiertos.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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