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 “Agosto. Me calzo mis bermudas y mi gorra, que allá voy, Miami… Y acabo rondando las calles con sus palmeras, medio apestoso, en busca de un par de calzoncillos y un cepillo de dientes para sobrevivir mientras el aeropuerto recupera mi maleta que, al parecer, se quedó dando vueltas en la cinta errónea y acabó, verbigracia, en una gasolinera de Tordesillas”.\n\nEs una situación tan ficticia como plausible. Como aquel que busca el vuelo más barato de la red y, a la vuelta, acaba pagando en el mostrador puritita clase business en concepto de sobrepeso de equipaje, porque resulta que te cobran a tres euros la unidad de las 180 pulseritas que compraste al regateador del poncho tan mono que conociste en Chichén Itzá. \n\nMaletas y aeropuertos, desde hace años, una mezcla a menudo explosiva. No hay más que introducir en Google el nombre de una compañía y la palabra maletas. Y mil foros de quejas. Paco Nadal le atizaba esta misma semana a Iberia por una de éstas. Su post fue todo un hit. \n\nY, aunque no lo parezca, existe generosa documentación sobre el mundo de la maleta de aeropuerto, véase el ejemplo servido por Aena. Incluso existe un documento colorido pero escueto que se llama Derechos de los pasajeros aéreos (descargar).\n\nBienvenidas al blog las quejas, los consejos, las sugerencias...\n \n
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