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 \nNo sé cuantas veces habré ido en barco desde S/C de Tenerife hasta Agaete, en Gran Canaria pero una y otra vez me quedo prendada de la dura y dificil costa noroeste de la isla.\nNo hay espectaculares acantilados ni profundos barrancos, no hay un manto verde que dulcifique la orografía, no hay hermosos pueblos colgados de terrazas imposibles... aquí no hay más que tierra y roca gris-parda cubierta de una rala vegetación, solo hay un pueblo y su puerto, engrandecidos desde que los catamaranes de Fred Olsen empezaron a recalar en él, casa blancas apiñadas contra el viento que crean un hueco de vida en este erial. Solo hay un pueblo y la estrecha carretera que le une a otros huecos de vida, pequeños y desperdigados, que ni siquiera vemos.\nAquí solo hay unas moles de piedra volcánica antigua y desgastada por el paso de los milenios y contra las que parece que uno fuera a chocar cuando se inicia la maniobra de atraque.\nPero luego bajas a tierra y la realidad de la autovía que lleva a Las Palmas me enseña la cara más fea de Gran Canaria, la de los invernaderos, la arquitectura anodina, el urbanismo inexistente, los vertederos incontrolados... todo obra del hombre invasor y degradante.\nPorque sin su presencia hasta los campos más yermos, los pedregales y los barrancos que solo tienen espinos guardan su cuota de belleza para quien sabe mirarlos. Por eso me gusta tanto la parte de la isla que solo se ve llegando en barco... porque no han podido con ella y podemos disfrutarla, magnífica, en su árida desnudez.\n
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