|
sioc:content
|
-
Un pueblo celebra sus fiestas. Este año el acto central se celebra en la iglesia. Es un homenaje a los jóvenes que durante varios años han interpretado el baile tradicional, que es muy bello, y que simboliza la esencia de lo que une íntimamente a los lugareños. No es un baile regional, no: va más allá del tipismo más o menos vulgar que tanto se fomenta en las administraciones autonómicas. Pero aún así no puedo evitar una cierta abulia al ser testigo de la emoción que suscitan las celebraciones de lo local. Muchos de los asistentes lloran al acabar el acto. El Presidente y el Alcalde han repartido medallas y han ensalzado las virtudes de lo que representa el baile y el esfuerzo y el sacrificio de los jóvenes, hijos del pueblo. El pueblo se homenajea a sí mismo y todos lo celebran. \n\n La excesiva sensibilidad suscitada por lo propio, ¿no elimina en nosotros, por lo menos en buena parte, la posibilidad de emocionarnos más por lo ajeno? ¿No es preferible celebrar sin más la fiesta, y que sea la fiesta la que sorprenda a cada uno con sus emociones traducidas a lo personal, en vez de arroparnos en los demás, sobre todo en el espacio local en el que nos movemos? ¿No han originado las autonomías un camino de homenajes a lo local que ya empieza a ser excesivo? Los continuos homenajes a la propia identidad, que en mi comunidad son tan frecuentes, empiezan a ruborizarme. \n\n Me gusta más la idea de tener varias pequeñas patrias. Quedarnos atrapados en los límites de la región nos corta las alas de la sensibilidad. Las emociones colectivas basadas en la alabanza de lo propio tiene muchas zonas de sombra.\n\n Pero quizás estoy equivocado. Quizás es mi incapacidad para amar sin reservas lo que me rodea aquello que, precisamente, me limita... \n\n
|
![[This page as RDF]](http://webenemasuno.linkeddata.es/static/rdf-icon.gif){kind=icon}