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  • "A Fernando Fernán Gómez".\n\nSigo recordando. Coincido con el título que Fernando Fernán Gómez dio a su bien escrita e interesante obra teatral, aunque el texto, claro, sea diferente. En mi casa cada uno de los cinco hermanos llegó a tener su propia bicicleta, un lujo en aquella depauperada época por la que venía , desde hacía años, atravesando España. Primero la fueron teniendo los dos mayores y luego, a medida que íbamos creciendo, también los pequeños. ¡Cuántas pedaladas dejaremos dadas en nuestra infancia y juventud y con cuánta alegría íbamos de una lado para el otro! No se me olvida cuando a mi hermano el mayor se la compraran y fuera estrenándola desde Lugo a nuestro querido pueblo. Mi padre iba detrás, vigilándolo, en la moto que había en casa. Todos, al ver aquella bicicleta tan lustrosa, nos quedamos sorprendidos. Fuera una emoción colectiva. Poco a poco mi hermano le fuera colocando extras en el manillar y en los guardabarros; lo que hoy, en lenguaje moderno, llamaríamos "tunearla". Al segundo de los hermanos también le gustaba andar en su bicicleta, incluso era un artista en ir al revés, pues se sentaba en el manillar e iba de espaldas durante un recorrido bastante largo para aquella difícil e intrincada forma de utilizarla. Los dos siguientes en el escalafón fuimos algo más formales, símplemente nos dedicábamos a andar y disfrutar del paseo que ese día nos tocara. Recuerdo el viaje más largo que hiciéramos, nos había llevado mucho tiempo pues distaba de nuestra casa unos veinticinco kilómetros. Por último le llegara el turno a mi hermana, la más pequeña de la casa. Se la habían comprado mis padres por unos Reyes Magos. Así fue como, en el transcurso de aquellos agradables años de inmensa felicidad, fue teniendo cada uno su bicicleta particular. Era muy raro el día que no nos acercábamos al pueblo vecino que distaba unos dos kilómetros bien para hacerle algún recado a nuestra madre, bien para visitar a algún amigo. En las fiestas del pueblo, a primeros del mes de julio, se celebraba la fiesta en honor a San Juan y Santa Isabel, ambos patronos del mismo. En aquellos días de alegría y bullicio concursábamos en las gymkhanas que solían celebrarse en la plaza de de la villa y, de vez en cuando, uno se hacía con algún que otro trofeo que la comisión de fiestas otorgaba. Recuerdo que la marca de las bicicletas era Orbea, así como que durante los entonces interminables y fríos inviernos nuestros vehículos permanecían aparcados en el garaje de casa. Evidentemente, nuestro pensamiento, cada vez que las veíamos, estaba puesto en el deseo de que llegara pronto la época estival para dar buen uso de ellas. Me sería imposible calcular los kilómetros que cada uno de los hermanos realizó montado en su bicicleta, pero seguro que fueron muchos. Nosotros disfrutábamos y nuestros padres estaban orgullosos de que así fuera. Todo esto que vengo recordando se irá sumando despacio a otros tantos y tantos recuerdos que uno tiene de aquella hermosa e irrepetible etapa de la vida, tan feliz y tan divertida como, seguro, la de cada uno que esto lea.
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  • 2007-11-21 23:01:20
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  • LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO.
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